jueves, 26 de diciembre de 2013

Mi insomnio tiene nombre

Buenas, queridísim@ lector/a.
Sintiéndolo mucho y esperando decepcionarte lo menos posible, tengo que anunciar mi no-muerte.
Os resumiré cómo he estado a nivel literario.
Después de unas cuantas vueltas en mi cama, decidí apuntarme a un taller de escritura literaria.
Hago un breve inciso para explicar que, en aquel momento, me sentía muy muerto como (sí, disculpadme, pero me voy a autodefinir como...) escritor (amateur, en prácticas no remuneradas). En un principio, todo fue bonito, genial y perfecto. Me sentía cómodo escribiendo, y aunque dejase las entregas para última hora, sentía que me ayudaba muchísimo a nivel de escritura.
Sé que no os interesa lo más mínimo, pero si habéis llegado a leer hasta aquí, no podéis fingir que ha sido una equivocación encontrar esto. Quizás sí lo es. Una pasional, divertida y tierna equivocación. De esas que repetirías aunque se acabase el mundo a causa de las mismas.
En fin, me desvío. Como todo, acabó yéndose al traste. Era un amor imposible. Cada dos semanas, dos pequeñas entregas. Eran 10 y conseguí terminar 5 hasta que desistí, me cargué a los personajes, a los escenarios y a las líneas argumentales descritas en el taller hasta ese momento.
Mientras, escribí texto para el blog de una amiga, y está aquí.
Mi último proyecto, además de ir retomando con el tiempo que tenga esto, es privado, o lo será un tiempo.
Al menos en contenido. La idea es usar una libretita del Tiger con bolígrafo incluido para cada vez que viaje en tren o en autobús, escriba algo. La temática es idéntica en todos los escritos.
 Mañana o pasado intentaré escribir algo en este blog, a ver qué sale.
Buenas noches, si alguien lee esto.

martes, 6 de agosto de 2013

La chica del gorro Gatsby, unas velas y un café.


Llevaba una semana increíble. No había escrito los poemas que tenía que escribir, y al avisar por teléfono al dueño del local, que llevaba las actuaciones, le pidió improvisase algo ante la inexistencia de nuevos poemas.

En el tren, de camino a aquel destartalado pub, escribió algo. Ese "algo" era su semana. Y aunque había sido demasiado maravillosa como para poder plasmarla con las palabras que pueden entrar en un par de hojas de cuartilla, no veía nada más sobre lo que escribir, porque no tenía ninguna otra cosa en la cabeza.
El dueño de la cafetería no puso precisamente cara de satisfacción cuando le explicó que no iba a recitar poesía, que era prosa, pero al fin y al cabo, como él dijo, los Domingos por la noche, el local se llenaba gracias a él. A sus tonterías. como les gustaba llamarlo.
Le dejó que leyese por encima las dos caras, y la mueca de disgusto desapareció de su cara. Parecía que aún siendo prosa, no le disgustaba.

Agarró el papel y de un brinco subió a la rayada tarima, como si fuese un profesor que empieza a dar clases con toda la ilusión del mundo. La gente, que ni se había percatado de su presencia giró la cabeza. Una chica con una gorra Gatsby le sacó una sonrisa involuntariamente cuando casi se da un baño de moka al girar la cabeza, mientras seguía aproximando la taza al lugar donde estaban antes sus labios. Esa chica era nueva, no había estado en ninguna otra noche.
- Es extraño que escriba esta clase de cosas, pero sinceramente, me apetecía , así que, o convencéis a Xavier para que no me vuelva a dejar subir aquí con un papel, dáis un golpe de tarima o aparece un Mark David Chapman por aquí, pero creo que no soy tan famoso como para tener un fan asesino. O eso espero. -esto arrancó un par de sonrisas en el público, a todos le gustaban las referencias musicales - Bueno, en fin, que aunque ya me conozcáis todos, me voy a presentar.
Esto lo dijo especialmente por la chica del moka, quería presentarse, y la verdad, es que el libro que ella tenía encima de la mesa, uno de la Trilogía cósmica, le incitó a querer que cuando se bajase del escenario, ella fuese a hablar con él.
- Giancarlo. Joan Carles o Juan Carlos si me queréis nacionalizar. No creo que haga falta decir de dónde soy.  En fin, sin decir más, empiezo.

En ese momento, recorrió el local con la mirada. Hoy era todo distinto, había algo diferente. Quizás no era casualidad. Es cierto, hoy llevaba prosa, no poesía; había velas, en vez de luz eléctrica; hoy había una cara nueva; hoy era distinto.

- ¿Sabéis? Os dije que era extraño que escribiese esta clase de cosas. Era un resumen de mi semana, con alguna floritura literaria, claro. Pero he pensado que mi semana no es, sino que ya ha sido. Al menos, lo que tengo escrito aquí. Así que, me vais a disculpar un momento.
Asió el papel con las yemas de los dedos, con las dos manos y lo rompió. Repitió el proceso hasta que quedaron ocho tiras de papel. Buscó la vela más cercana y dejó las tiras encima. Mantuvo la mirada sobre el escrito hasta que no se pudo leer ni una letra. 

Volvió a recorrer el local con la mirada. Era distinto a como lo había visto antes. Especialmente por la expresión general de desconcierto, claramente manifestada en la cara de Xavier. Sin embargo, la chica del moka le observaba como si fuese lo más normal del mundo, con interés, pero de forma relativamente indiferente.

- No estoy loco. Empiezo por ahí. O sí lo estoy, pero también lo estáis todos vosotros, porque si no, ¿qué hacéis escuchando a uno? Seguid tomando vuestro café, venga ya, cuerdos aburridos. En cualquier caso, como alguien sea tan hipócrita como para decirme algo, ignoraré la crítica y procederé a meterle en la misma vela en la que he quemado el papel - una sonrisa generalizada -, para que pueda leer mi semana. Salvo Xavier. Él no está loco, es un aburrido, su única preocupación es que salgan las cuentas para seguir cobrando los cafés a 70 céntimos. Es un aburrido, pero es un cacho de pan - le lanzó un beso y le guiñó el ojo - . Eso sí, sigue descolocado porque esto no estaba previsto. Si no me creéis, contemplad su cara, lo prueba irrefutablemente - las sonrisas se convirtieron en una risa ligera y corta -. En cualquier caso, intentaré improvisar algo de forma que quede decente y merezca la pena haberme oído. En caso contrario, volved a prestar atención únicamente a vuestro café.

Y nadie bajó la cabeza.

- "La locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma"; eso dijo alguien importante hace tiempo. Los analistas de su propia locura son filósofos, dijo en esencia otro señor importante. Yo creo un filósofo tan solo es alguien que habló demasiado. No penséis que me estoy echando rosas, soy un parlanchín que viene aquí a deciros cuatro tonterías para quedarse tranquilo, y ya de paso, espero que dichas tonterías os hagan disfrutar. Todos tenemos estas tonterías, la cuestión radica en qué hacemos con ellas. Pero, ¿importa dicha cuestión? Existe, sí, ¿pero tiene la más mínima importancia? Ningún pensamiento, ninguna idea es importante por sí misma. Las acciones son las creadoras de la historia, condicionantes del presente y dueñas del futuro.

Hizo una leve pausa, para organizar mentalmente el discurso, se quitó el pelo de la cara y aprovechó para rascarse suave y discretamente la nariz.

- Hoy es hoy. Creo que nadie puede rebatirme eso. Si he quemado el texto que llevaba preparado es porque creo eso. El pasado puede ser o no ser relevante, pero en este caso no lo era. He tenido una semana maravillosa, ¡pero mañana es Lunes! (os estoy descubriendo el mundo, lo sé) - una vez más, sonrisa generalizada -. Lo que quiero decir es que mañana, siendo Lunes, volveré a fichar en el trabajo a las 8:15 de la mañana, y que haya tenido buena semana no tendrá prácticamente nada que ver. Comeré algo en el descanso y cuando vuelva a casa, escucharé música hasta que me canse, revisaré el correo, leeré algo, igual escribo, y me iré a dormir. Y así, esencialmente, de Lunes a Viernes. Espero que no me despidan, vaya. Creo que no tiene importancia en materia penal el hecho de que el Jueves pasado me despertase como nuevo o que no haya perdido el metro en toda la semana. ¿Veis? Empiezo a hablar de mi semana y os empezáis a aburrir. Y sí, lo admito, soy penalista. Crucificadme si queréis, antes de que muera os habría llevado a juicio, proponiendo una condena horriblemente larga.

Miró el reloj de pared, aprovechando las risas que había provocado su última frase, lo justo para que la gente se diese cuenta de que lo estaba haciendo. Cuando la gente se percató, lo señaló, prosiguiendo con su discurso.

- Eso es un reloj. Nos mide el tiempo, para que nosotros lo... gestionemos. Nos dice cuanto queda para que el futuro se convierta en presente y el presente se convierta en pasado. Pero... ¿qué le ocurre al pasado? Permanece. Hagamos lo que hagamos, todo pasará, y desaparecerá. Eso dijo otro señor importante, "el futuro es algo que cada cual alcanza a un ritmo de sesenta minutos por hora, haga lo que haga y sea quien sea". Asumidlo. Familia, amigos, pareja, vuestras posesiones materiales; ¡vuestros cafés, coi! Nuestro trabajo y los frutos que dé, también. Pero aquí todos trabajaremos mañana. No hablo solo del empleo, el que lo tenga. El desplazamiento de un lugar a otro conlleva trabajo. Comer, pensar, dormir. Son todo acciones, y por ende, trabajo. Toda acción requiere un impulso cerebral, comúnmente llamado pensamiento, o reflejo, según la naturaleza racional o irracional del mismo. Y creo que pensar es un trabajo. Y los acciones fruto de reflejos siguen siendo un movimiento, que sin trabajo no se produciría. Es decir, trabajamos constantemente. Volviendo a este punto, en el que las acciones son trabajo, llegamos a una contradicción. Las acciones son las responsables del cambio, pero el trabajo se pierde en el tiempo. Así que, si esperabais una conclusión lógica, no la tendréis. Lo que importa, no importa; lo que no importa, importa. Aunque soy un loco, era previsible una conclusión así.

Bebió un trago de agua de la botella de plástico que había al lado del taburete y echó un último vistazo al público del bar. Aún cuando no les había dado ninguna respuesta, parecían alegrarse de haberle escuchado. La chica del moka sonreía.

- Resumiendo, aunque dé lo mismo la importancia de las cosas, vosotros decidís en qué momento del tiempo os fijáis. Antes todo se escribía mirando hacia el futuro, ahora se predica el carpe diem constantemente, esperemos que en unos años no se mire solo el pasado. Pase lo que pase, podemos mirar lo que nos convenga. Yo había escrito sobre esta semana, pero como podréis imaginar he creido más oportuno reflexionar un poco sobre dónde miramos en vez de reflejar lo que he visto al mirar lo que acabo de vivir. Porque, prometo que es la última frase de un señor importante, "en los inicios de un amor los amantes hablan del futuro, en sus postrimerías, del pasado". Y teniendo unos treinta años, no esperéis que ya crea que estoy en las postrimerías de mi vida, poniéndonos románticos.

Carraspeó, usando ese tiempo para pensar cómo finalizar.

- En fin, mi consejo, en este lluvioso domingo, es uno y solamente uno. Haced lo que os dé la gana, nadie lo sabrá mejor que vosotros, y en el fondo, ni vosotros lo sabréis. Porque en la vida en conclusión, todos sueñan que ojalá que llueva café, viva la revolución, sexo, drogas y rock 'n roll. Un abrazo mental, buenas noches.

Se inclinó hacia delante, bajó del estrado mientras recibía un aplauso, pero ligero, no exagerado. Miró hacia la mesa de la chica del moka y para decepción suya no estaba. No estaba en la mesa, estaba hablando con Xavier, señalando al escenario, y cuando ella giró la cabeza para mirar allá, se sorprendió al ver que ya no se encontraba allí. Entonces, sus miradas se cruzaron. En ese momento supo que le debía una muy grande a C.S. Lewis, pero no sabría cómo de grande era la deuda hasta unas horas después.

miércoles, 12 de junio de 2013

Esquimales, mariposas, besos.

Venga, rompo el silencio.

Lo que voy a contar son mis propias percepciones, cuando generalizo es porque se corresponde con lo que creo ver.

Hoy, volviendo en el tren, vi a una pareja, de unos 30-35, dándose besos de esquimal, o de mariposa (así los llamaba mi madre). Se llamen o no así, los describo. Básicamente es rozarse la nariz con la de la otra persona, no son tan pasionales ni tan profundos como uno convencional. Una tontería.
A mí al menos me lo había parecido mientras los recibía, es decir, hasta los… 9-10 años? No sé, llegado ese momento todos nos volvemos estúpidos, en mayor o menor grado, y aunque digamos que es transitorio, esa estupidez perdura en la mayoría de los casos hasta el ocaso de nuestras vidas.

Bueno, vuelvo a los besos. Casi todos recibimos besos siendo bebés, siendo niños, y aunque no quisiésemos, siendo adolescentes alguno caía también. Y los íbamos rechazando, yo al menos (esta es mi experiencia, igual soy yo el único imbécil al que le pasa esto).

Pero el tiempo pone a cada uno en su lugar, y los besos de esquimal, concepto que había permanecido guardado en el desván mental que tengo en la cabeza durante varios años, ha vuelto, pero con un significado completamente opuesto.

El problema ha sido ver que los besos que antes rechazábamos de gente que nos quería, ahora son los que buscamos en desconocidos.

Salut, malparits.

domingo, 28 de abril de 2013

Mademoiselle... champagne?

"C'est vrai, dit elle"
Eso era todo lo que supo de Nicole antes de que se despidiese, aunque realmente, ese fue su despido. Ni un simple ademán de aprecio o desprecio. Sin marcar la diferencia, pura indiferencia, eso fue y seguía siendo. No siempre había sido así.

Antes era Mademoiselle Champagne, así le gustaba llamarla en sus juegos en aquel ático de la Rue Ramey. Ella, con todo, no tenía ningún pseudónimo sexual, era Leks, pero lo era siempre. Ya se sabe, come y calla. Era la diferencia. No hablaba, nunca hablaba, pero siempre creía que en los juegos, ella recibía mejor de lo que daba. Era magia, era fuego y agua; hacía cosas increíbles, era ardiente y se adaptaba siempre, nunca jamás hacía lo mismo. Era un universo. Era su universo.
Y ella había sido el suyo, hasta aquel "C'est vrai".

Y sin darse cuenta, había estado veinte minutos sentada en la cama. Lágrimas surcaban sus mejillas como torrentes. No sabía ni que estaba llorando hasta que se paró a pensarlo; ¿por qué? Porque seguía en su universo, aunque iría desvaneciéndose, poco a poco.
Se dejó caer hacia la izquierda y su cabeza se encontró con la almohada. Todavía olía a su pelo. Bueno, al champú que usaba, o mejor dicho, usaban.
Empezó a usarlo, las duchas tenían su propósito, aunque les diesen otro uso más.

Algunos amigos se habían extrañado cuando les dijo que se volvía a su tierra. Obviamente no les dijo el verdadero motivo de su éxodo parisino. Argumentó que echaba mucho de menos a sus padres. Esos mismos padres que le retiraron la palabra y la abandonaron a su suerte en cuanto llegó a la mayoría de edad. Ni Krzysztof, que sabía lo de sus padres, pidió una segunda explicación, sabiendo que era mentira. Entendía que algo importante ocurría. Demasiado importante.
El resto se sorprendió más o menos. Salvo Jacques. Siempre igual. Contemplativo, aparentemente inexpresivo, pero era eso, simple y mera apariencia. Su fachada era una muralla, realmente efectiva, eso sí. En 6 años solo lo había visto llorar una vez. En el fondo, creía que habrían sido grandes amigos si las cosas que pasaron no hubiesen pasado. Pero lo que ocurrió, era eso, pasado, y el pasado condiciona el presente.
Casi tanto como el futuro. Una lástima, que no dejaba de ser mera casualidad.

*esta historia posiblemente la continúe, de ahí que no tenga un final tan marcado*

viernes, 12 de abril de 2013

Mademoiselle Champagne (entrada de aviso, porque soy así de vago)

Tú, sí, tú. Esta entrada la tengo pendiente. Tan solo estoy cansado ahora mismo, pero tengo una idea en la cabeza, mañana la escribiré y a la noche estará por aquí, espero. El título es lo que me suscita la idea, no es por nada en particular, se lo dije a una amiga y me dejó dando vueltas la cabeza. Suena bastante literario, ¿a que sí? Ya lo creo. Venga, y hago una semipromesa más. En este texto no mataré a nadie.
Edit: Estoy muerto de cansancio, mañana por la mañana la publico.
2º Edit: He tardado un poco más, concretamente, casi 17 días enteros, así que la publico en otra entrada. Me dispongo a escribirla ahora mismo. El motivo principal por el que no ha llegado antes no es que no estuviese escrita, lo estaba desde el sábado 13, y sí, me gusta fechar mis textos desde hace unos meses. Ha sido, como puedes imaginar, avispado lector, por motivos personales, anímicamente no podría haberlo pasado a ordenador. Han pasado cosas, sin demasiada importancia, pero que anímicamente me han dejado bastante tocado. En fin, a ello voy.

sábado, 30 de marzo de 2013

La eterna inestabilidad de las cosas.

Casi todo cambia. Los miedos cambian. Los sueños cambian. Las expectativas, los amigos, las mentiras, las casas, las mascotas, el tiempo, los horarios, los lugares, las ideas, los problemas,...–los sentimientos no cambian, cambian las personas–.

En esta operación los números se modifican y, consecuentemente, el resultado. Y aun aventurando los distintos y posibles números –aun así, recalco– pensar en el cambio aún me aterra, me sorprende y/o me preocupa.

domingo, 17 de marzo de 2013

Fading away

 Antes de nada, recomiendo escuchar la canción Fade to Black, de los Dire Straits mientras se lee esto. Dicho esto, comienzo.

 Se dejó caer en aquel taburete destartalado de su bar. Hincó los codos en la barra, como un estudiante en el escritorio. Oh, aquellos tiempos de estudiante. Hace mucho que pasaron. Solía venir a este mismo bar. Antes rezumaba vida. Ahora estaba sucio, apagado, muerto; como él. Mentía, el bar no estaba borracho, ni drogado, ni triste.

 Pegó una patada a un aparador, que entendió la señal y se abrió, mostrando un colectivo de botellas a medias, polvorientas. Eligió una que parecía ser verde. Su amigo de siempre. El duende verde. Él le había llevado a la desgracia, pero sinceramente, se lo agradecía. 

 ¿Qué iba a pasar si le hubiese ido bien? Tendría una buena vida, estaría casado, y posiblemente con un hijo o dos. Pero sinceramente, ¿qué importaba eso? El estaba engañando a la  vida, a la muerte, al tiempo, al reloj. Se movía como quería. Había nacido hacía 39 años y había vivido más de lo que mucha gente vive en toda su vida.

 ¿Qué importaban los resultados? Son todos tan efímeros, volubles, se van. Al final solo queda la experiencia, da igual que no consigas nada con ella. ¿Qué importaban los recuerdos? Desaparecerían con él, así que, no pasaba nada porque no conservase ninguno. De hecho, así era, no se acordaba de nada de lo que había pasado en sus 39 años de su existencia.

 Asió una copa y la posó sobre la barra. Desenroscó el tapón de la botella y buscó una cuchara y un azucarero. Los mejores amigos del duende. Hizo lo de siempre, pero faltaba algo. 
Sacó con dificultades (todo hay que decirlo) su Zippo y lo encendió. Contempló la llama. 
Aparto la copa con cuidado, esperando a que terminase de quemarse. Recuperó su posición y se encendió un cigarro que guardaba en el bolsillo. Estaba arrugado y algo roto, como él ahora mismo, pero le daba igual. Se lo puso en la boca, pero no lo encendió. 

¿Qué hora era? Vaya, las 0:16. Ya tenía 40. Al girar la cabeza contempló el brillo de una vieja Luger que había comprado hacía años, por si pasaba algo algún día, nunca la había usado, no sabía si tenía balas, solo la tenía para asustar, por si acaso. El duende seguía ardiendo con sus compañeros.

El tarado que se la vendió le aseguró que funcionaba como si viviesen en 1938. Por hacer la gracia, se la colocó en medio de la frente, y se dispuso a apretar el gatillo. Aquel tarado estaba más borracho que él cuando se la compró, no sabría ni quién fabricó la pistola.

Echó una mirada a su amigo el duende verde y le prometió que no le pasaría nada, que en cuanto oyese un 'clac', volverían a estar juntos. Con el tiempo había acabado queriéndolo. Ay, el duende, no sabe lo mucho que lo adora. Se propuso oír ese último chiste antes de irse a dormir.

Apretó el gatillo. Cayó el cigarrillo en la barra. Cayó él hacia el suelo, y durmió.

Los borrachos nunca mienten, la sangre tampoco.

jueves, 14 de marzo de 2013

Caos en una pantalla de lija suave

Y tuviste que aparecer. No podías vivir fuera de cámara, trabajando, igual que el resto el equipo que dan forma a "Mi mundo". Al contrario que el resto de actores y actrices, no estás en blanco y negro, y sí, es algo que me sorprende, ahora mismo sí me sorprende ver color. Porque sí. Porque no lo veo. Porque si no me drogo, no veo nada más que esos dos colores.
 Tú... en cambio... tú... no lo sé. ¿Eres consecuencia de los psicotrópicos o de ti misma? No lo sé, pero dímelo ya, porque me haces perder la cabeza, nunca juegues con la imaginación de un esquizofrénico.

Mientras tanto, va cambiando la iluminación. Tú dejas de ser un extra que pasaba por allí, te convertiste en actriz secundaria (mientras, niego que seas primaria), y no sé cómo cambia la iluminación. Me gustaría hablar con el director, no entiendo nada de la película, estoy confuso, siento como voy muriendo poco a poco a medida que avanza.
Se oyen voces y noto que estoy mejor físicamente, pero no quiero. Quiero volver a mi mundo de destrucción y felicidad. Igual tú eres el psicotrópico, no lo sé, pero si lo eres, eres un antidepresivo. Prefiero dormir a vivir. Soñar que sueño contigo, no despertar, cosido al colchón.

En lo que tardo en pensar todo esto, has salido de la película. Y todo vuelve a estar en blanco y negro. Vuelvo a vivir, pero sigo sin ser feliz, sigue faltando algo. Sigue faltando el color, pero en el fondo, son los colores tu verdadera esencia.

Tuyo, Tiger.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Escapar.

Esas ganas de mandarlo todo a la mierda porque sí, porque ya estás cansada.
Desaparecer, esa es la palabra. Daría lo que fuese por desaparecer ahora mismo de aquí. Lo mejor que me podría pasar es que el mundo se parase y en realidad toda mi vida haya sido un sueño. Bueno, mejor dicho una pesadilla.
En este instante me pasan muchas cosas por la cabeza; algunas buenas, pero la mayoría malas.
“¿Cómo puedo ser feliz?”, esa pregunta está demasiadas veces por mi mente. Pues bien, me gustaría apagar el móvil para siempre, tirarlo a la basura o algo parecido. Así nadie podría molestarme, porque sólo quiero estar sola. No sé si quiero soledad para siempre, para un mes o para un rato, pero es lo que hay. Eso sería lo primero que haría, pero claro, en los tiempos que estamos también tendría que desactivar twitter, tuenti y todas esas mierdas. La verdad es que creo que poca gente –por no decir nadie- me echaría de menos. Que sí, que se preguntaría que ha sido de mí, pero al cabo de unos días ya no se acordarían ni de mi nombre.
También podría irme de aquí. No digo irme de mi casa ni de mi barrio, digo irme lejos. Podría empezar una vida nueva apartada de todo y de todos; sin nadie que me juzgue por lo que ya he hecho. Comenzaría de nuevo, sin cometer los mismos errores. Aunque, ahora que lo pienso, seguro que lo volvería a joder todo. Cagarla, esa es mi especialidad.
Estoy segura de que un día me hartaré en serio, cogeré el pasaporte y adiós. La verdad es que no me importa a quién le puede afectar esto; es mi vida y si quiero cagarla, la cago.
Tengo que hacer una pausa para pensar en todo, en qué es lo mejor para mí. Ya no me importa lo que piensen los demás, me da igual que sea un total desconocido el que me juzgue o que sea mi madre.
Sinceramente no entiendo por qué estoy escribiendo esto con lágrimas en los ojos; no quiero ser como soy, pero ya no puedo hacer nada, es demasiado tarde. 

jueves, 7 de marzo de 2013

13th Dopesmoker's Wasps.

Joder. ¡Joder!
Se despertó el enjambre que tenía en su cabeza. Las avispas nunca le habían gustado. Le picaban. Era alérgico. Tenía angustia, miedo, pánico, se sentía atacado, muerto. Veía avispas en cada esquina. Lo miraban diciéndole: "Vas a sufrir, hijo de puta". 
Se lo contaba a su madre. Bueno, a la que decía que era su madre. Él no recordaba nada y en una ocasión, quién decía ser su hermano le había creado las sospechas. Todos eran tan normales en su casa, alguna explicación habría. Menos su padre. No lo conocía, había muerto. Quien decía ser su madre se asustó. Lo llevó al psicólogo, este le mandó al psiquiatra.
"Todo está en tu cabeza, hijo". Si estuviese en mi puta cabeza, no notaría como se me inflama la piel. Como me arde la boca, la frente, como mi corazón late como una locomotora. Como mi saliva se transforma en alquitrán.
Notaba como las putas avispas se agolpaban en su cabeza. Zumbaban. Bzzzzzzzz. Le decían que iba a sufrir, pero ya no era un hijo de puta, no. Ahora era un bastardo. Zumbaban más fuerte. BZZZZZZZZZ. Mordían. Notaba como le iban despellejando poco a poco, de dentro a fuera, él no era el caballo de Troya, él era Troya.
Sufría. Y mientras, un gilipollas en un sillón, con más dinero en el banco que neuronas en la cabeza le decía que todo estaba en su cabeza. Entonces, lo vió.
Un abrecartas plateado. Tenía 13 años. Ese número traía mala suerte, pero él había sido fuerte. Lo estaba dejando de ser. Bzzzzzzzz. Bzzzzzzzzzzzzzz. BZZZZZZZZZZ. Tenía que acabar con ello antes de ser débil.
Se incorporó, ante la atónita mirada de los dos ocupantes de la sala.
Asió el abrecartas y se lo clavó en la garganta a su madre. Que bien se sentía. No era más que otra avispa. Ella no era más que otra avispa.

El último ocupante de la habitación dijo algo así como "Tranquilízate" con una voz vibrante y nerviosa, pero el solo escuchó un BZZZZZZZZZZZZZZZZ. Tenía que pararlo. Le agarró de las antenas y lo empujó, tirándole al suelo. Mordió su cuello. Una vez. Dos. Tres. Así trece veces. Casualmente, trece mordiscos tuvo que esperar hasta que dejó de notar mordiscos. Hasta que dejó de moverse. Hasta que ya no había ni un ligero Bzzzz. Pero eso no lo entendería nadie. 
Seguía habiendo avispas por todos los lados, aunque ahí estaba seguro. Aunque no durante mucho tiempo. La recepcionista le había llamado bastardo también. Abrió la ventana y vio el avispero que se extendía a sus pies. Estaba en la celda 13. 
Pero tenía sangre de avispa en su boca. Volvió junto al cadáver y se untó las manos para extenderlo por su cara. Se quitó su camiseta (era amarilla y negra, qué asco) y se marcó una línea vertical desde el ombligo a la nariz y una horizontal de codo a codo. Y entonces, saltó. Podría volar, sería libre. Sería feliz.
Y efectivamente, iba a ser feliz, iba a ser libre, pero no podía volar.

martes, 5 de marzo de 2013

Sublimación.


Es frustrante el comienzo de algo. Me refiero a los verdaderos comienzos; a iniciar algo desde nada –como cuando comenzamos a vivir–. Llenar el blanco.
A estas alturas, no se saben si lejanas o cercanas, de la humanidad, hemos impreso, probablemente, todo lo que era posible imprimirse –menos la verdad, o apenas la verdad–. Así que lo que nos queda es la composición. Imprimir lo mismo, pero componerlo de otro modo; ese es el verdadero reto. Un método de superación, quizá. Es necesario, a veces, repetir ciertas ideas –y muchas de ellas se repiten ahora mismo, al igual que se han ido repitiendo a lo largo de la historia–. Surgen nuevas generaciones, y, aunque tengamos ciertas cosas muy asumidas, dichos neonatos aún no han captado lo mismo que nosotros. Y, aún así, es necesario que sublimemos nuestra percepción del mundo a través de esa mejora en la composición; a pesar de repetir la misma teoría, porque (casi) siempre se puede mejorar. Acuñar un detalle más.
Por otro lado, no sé lo que he venido a hacer aquí. He venido, en compañía. Quiénes seamos aquí, difiere de quiénes seamos fuera de aquí (eso seguro). Compondremos mejor, peor o igual cada vez. Nos captaran nuevos, viejos o expertos. Quién sabe; qué importa. Estamos aquí. Y hemos venido a sublimar el vacío.

martes, 26 de febrero de 2013

Bienvenido al espejo.

Buenos días, tardes o noches, querido/a lector/a. 

En nombre de nadie nos gustaría darte la bienvenida a este pequeño rinconcito donde las fantasías ilógicas cobrarán vida. O no, mejor no te damos la bienvenida, tan siquiera sabemos quién eres.
Aunque, en verdad, da igual tu identidad. La nuestra también. En el fondo no debería de importar, ¿no?
No es más que un conjunto de letras que nos pertenecen desde que nacemos, sin ninguna razón. No tiene lógica ninguna. 

Y aún así, prejuzgamos. Creamos imágenes mentales de alguien que no conocemos habiendo visto solo una identidad que dicha persona proporciona directa o indirectamente, que no deja de ser un espejo deformado, ofreciéndonos una perspectiva, por lo general, alejada de lo real. Y con todo, seguimos confiando en esas imágenes. ¿Por qué confiamos en ellas?

Posiblemente, porque preferimos ver un mundo irreal a no ver nada. Y es que la ceguera real nos asusta menos que la aparente.

Después de esta pequeña reflexión, creo que yo al menos te doy la bienvenida, pero únicamente porque no sé quién eres. Si lo supiese, posiblemente no te la diese.

Un placer, lector/a desconocido/a.