jueves, 30 de enero de 2014

Últimos coletazos

No sé si merece la pena oponerse a nada. Cada día me estoy dando cuenta y toda resistencia parece inútil. Es una cinta de montaje, y al final hay una sierra, pero al principio solo hay una pared de ladrillo. ¿Pretendo estar corriendo toda la vida, huyendo de algo eternamente?

El peligro no es el final, es estar en la misma cinta. No puedo salir, ni podré. Atrapado como muchos otros en una conducta típica de roedor, correr en una rueda con intención de estar en la otra punta del universo cuando salga de ella.
Y estoy en la cinta. Estoy en la dichosa y maldita cinta. Que alguien me dé ideas, porque ya no las veo. Ya no las siento. A cada instante tengo una creciente sensación de vacío en la cabeza. No hay ideas, ya no existen, todo es demasiado real; tan real que no lo siento, que se cae a pedazos, que duele.

Y de repente, parece que tengo una idea, y no es otra que el dolor. Una y otra vez, solo tengo esa idea. Súbitamente, empiezo a echar de menos el vacío, quiero volver a mi rueda infinita. Creo que me he centrado en buscar ideas y he dejado de correr.

Ahora, estoy pudriéndome en semiconsciencia en la puta sierra. Buscar ideas para salir de la cinta y resultó que la solución era aquello mismo de lo que estaba huyendo.

Disculpad por la breve divagación, pero hoy no tengo cuerpo para más. Y veremos si vuelvo a tenerlo.