martes, 6 de agosto de 2013

La chica del gorro Gatsby, unas velas y un café.


Llevaba una semana increíble. No había escrito los poemas que tenía que escribir, y al avisar por teléfono al dueño del local, que llevaba las actuaciones, le pidió improvisase algo ante la inexistencia de nuevos poemas.

En el tren, de camino a aquel destartalado pub, escribió algo. Ese "algo" era su semana. Y aunque había sido demasiado maravillosa como para poder plasmarla con las palabras que pueden entrar en un par de hojas de cuartilla, no veía nada más sobre lo que escribir, porque no tenía ninguna otra cosa en la cabeza.
El dueño de la cafetería no puso precisamente cara de satisfacción cuando le explicó que no iba a recitar poesía, que era prosa, pero al fin y al cabo, como él dijo, los Domingos por la noche, el local se llenaba gracias a él. A sus tonterías. como les gustaba llamarlo.
Le dejó que leyese por encima las dos caras, y la mueca de disgusto desapareció de su cara. Parecía que aún siendo prosa, no le disgustaba.

Agarró el papel y de un brinco subió a la rayada tarima, como si fuese un profesor que empieza a dar clases con toda la ilusión del mundo. La gente, que ni se había percatado de su presencia giró la cabeza. Una chica con una gorra Gatsby le sacó una sonrisa involuntariamente cuando casi se da un baño de moka al girar la cabeza, mientras seguía aproximando la taza al lugar donde estaban antes sus labios. Esa chica era nueva, no había estado en ninguna otra noche.
- Es extraño que escriba esta clase de cosas, pero sinceramente, me apetecía , así que, o convencéis a Xavier para que no me vuelva a dejar subir aquí con un papel, dáis un golpe de tarima o aparece un Mark David Chapman por aquí, pero creo que no soy tan famoso como para tener un fan asesino. O eso espero. -esto arrancó un par de sonrisas en el público, a todos le gustaban las referencias musicales - Bueno, en fin, que aunque ya me conozcáis todos, me voy a presentar.
Esto lo dijo especialmente por la chica del moka, quería presentarse, y la verdad, es que el libro que ella tenía encima de la mesa, uno de la Trilogía cósmica, le incitó a querer que cuando se bajase del escenario, ella fuese a hablar con él.
- Giancarlo. Joan Carles o Juan Carlos si me queréis nacionalizar. No creo que haga falta decir de dónde soy.  En fin, sin decir más, empiezo.

En ese momento, recorrió el local con la mirada. Hoy era todo distinto, había algo diferente. Quizás no era casualidad. Es cierto, hoy llevaba prosa, no poesía; había velas, en vez de luz eléctrica; hoy había una cara nueva; hoy era distinto.

- ¿Sabéis? Os dije que era extraño que escribiese esta clase de cosas. Era un resumen de mi semana, con alguna floritura literaria, claro. Pero he pensado que mi semana no es, sino que ya ha sido. Al menos, lo que tengo escrito aquí. Así que, me vais a disculpar un momento.
Asió el papel con las yemas de los dedos, con las dos manos y lo rompió. Repitió el proceso hasta que quedaron ocho tiras de papel. Buscó la vela más cercana y dejó las tiras encima. Mantuvo la mirada sobre el escrito hasta que no se pudo leer ni una letra. 

Volvió a recorrer el local con la mirada. Era distinto a como lo había visto antes. Especialmente por la expresión general de desconcierto, claramente manifestada en la cara de Xavier. Sin embargo, la chica del moka le observaba como si fuese lo más normal del mundo, con interés, pero de forma relativamente indiferente.

- No estoy loco. Empiezo por ahí. O sí lo estoy, pero también lo estáis todos vosotros, porque si no, ¿qué hacéis escuchando a uno? Seguid tomando vuestro café, venga ya, cuerdos aburridos. En cualquier caso, como alguien sea tan hipócrita como para decirme algo, ignoraré la crítica y procederé a meterle en la misma vela en la que he quemado el papel - una sonrisa generalizada -, para que pueda leer mi semana. Salvo Xavier. Él no está loco, es un aburrido, su única preocupación es que salgan las cuentas para seguir cobrando los cafés a 70 céntimos. Es un aburrido, pero es un cacho de pan - le lanzó un beso y le guiñó el ojo - . Eso sí, sigue descolocado porque esto no estaba previsto. Si no me creéis, contemplad su cara, lo prueba irrefutablemente - las sonrisas se convirtieron en una risa ligera y corta -. En cualquier caso, intentaré improvisar algo de forma que quede decente y merezca la pena haberme oído. En caso contrario, volved a prestar atención únicamente a vuestro café.

Y nadie bajó la cabeza.

- "La locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma"; eso dijo alguien importante hace tiempo. Los analistas de su propia locura son filósofos, dijo en esencia otro señor importante. Yo creo un filósofo tan solo es alguien que habló demasiado. No penséis que me estoy echando rosas, soy un parlanchín que viene aquí a deciros cuatro tonterías para quedarse tranquilo, y ya de paso, espero que dichas tonterías os hagan disfrutar. Todos tenemos estas tonterías, la cuestión radica en qué hacemos con ellas. Pero, ¿importa dicha cuestión? Existe, sí, ¿pero tiene la más mínima importancia? Ningún pensamiento, ninguna idea es importante por sí misma. Las acciones son las creadoras de la historia, condicionantes del presente y dueñas del futuro.

Hizo una leve pausa, para organizar mentalmente el discurso, se quitó el pelo de la cara y aprovechó para rascarse suave y discretamente la nariz.

- Hoy es hoy. Creo que nadie puede rebatirme eso. Si he quemado el texto que llevaba preparado es porque creo eso. El pasado puede ser o no ser relevante, pero en este caso no lo era. He tenido una semana maravillosa, ¡pero mañana es Lunes! (os estoy descubriendo el mundo, lo sé) - una vez más, sonrisa generalizada -. Lo que quiero decir es que mañana, siendo Lunes, volveré a fichar en el trabajo a las 8:15 de la mañana, y que haya tenido buena semana no tendrá prácticamente nada que ver. Comeré algo en el descanso y cuando vuelva a casa, escucharé música hasta que me canse, revisaré el correo, leeré algo, igual escribo, y me iré a dormir. Y así, esencialmente, de Lunes a Viernes. Espero que no me despidan, vaya. Creo que no tiene importancia en materia penal el hecho de que el Jueves pasado me despertase como nuevo o que no haya perdido el metro en toda la semana. ¿Veis? Empiezo a hablar de mi semana y os empezáis a aburrir. Y sí, lo admito, soy penalista. Crucificadme si queréis, antes de que muera os habría llevado a juicio, proponiendo una condena horriblemente larga.

Miró el reloj de pared, aprovechando las risas que había provocado su última frase, lo justo para que la gente se diese cuenta de que lo estaba haciendo. Cuando la gente se percató, lo señaló, prosiguiendo con su discurso.

- Eso es un reloj. Nos mide el tiempo, para que nosotros lo... gestionemos. Nos dice cuanto queda para que el futuro se convierta en presente y el presente se convierta en pasado. Pero... ¿qué le ocurre al pasado? Permanece. Hagamos lo que hagamos, todo pasará, y desaparecerá. Eso dijo otro señor importante, "el futuro es algo que cada cual alcanza a un ritmo de sesenta minutos por hora, haga lo que haga y sea quien sea". Asumidlo. Familia, amigos, pareja, vuestras posesiones materiales; ¡vuestros cafés, coi! Nuestro trabajo y los frutos que dé, también. Pero aquí todos trabajaremos mañana. No hablo solo del empleo, el que lo tenga. El desplazamiento de un lugar a otro conlleva trabajo. Comer, pensar, dormir. Son todo acciones, y por ende, trabajo. Toda acción requiere un impulso cerebral, comúnmente llamado pensamiento, o reflejo, según la naturaleza racional o irracional del mismo. Y creo que pensar es un trabajo. Y los acciones fruto de reflejos siguen siendo un movimiento, que sin trabajo no se produciría. Es decir, trabajamos constantemente. Volviendo a este punto, en el que las acciones son trabajo, llegamos a una contradicción. Las acciones son las responsables del cambio, pero el trabajo se pierde en el tiempo. Así que, si esperabais una conclusión lógica, no la tendréis. Lo que importa, no importa; lo que no importa, importa. Aunque soy un loco, era previsible una conclusión así.

Bebió un trago de agua de la botella de plástico que había al lado del taburete y echó un último vistazo al público del bar. Aún cuando no les había dado ninguna respuesta, parecían alegrarse de haberle escuchado. La chica del moka sonreía.

- Resumiendo, aunque dé lo mismo la importancia de las cosas, vosotros decidís en qué momento del tiempo os fijáis. Antes todo se escribía mirando hacia el futuro, ahora se predica el carpe diem constantemente, esperemos que en unos años no se mire solo el pasado. Pase lo que pase, podemos mirar lo que nos convenga. Yo había escrito sobre esta semana, pero como podréis imaginar he creido más oportuno reflexionar un poco sobre dónde miramos en vez de reflejar lo que he visto al mirar lo que acabo de vivir. Porque, prometo que es la última frase de un señor importante, "en los inicios de un amor los amantes hablan del futuro, en sus postrimerías, del pasado". Y teniendo unos treinta años, no esperéis que ya crea que estoy en las postrimerías de mi vida, poniéndonos románticos.

Carraspeó, usando ese tiempo para pensar cómo finalizar.

- En fin, mi consejo, en este lluvioso domingo, es uno y solamente uno. Haced lo que os dé la gana, nadie lo sabrá mejor que vosotros, y en el fondo, ni vosotros lo sabréis. Porque en la vida en conclusión, todos sueñan que ojalá que llueva café, viva la revolución, sexo, drogas y rock 'n roll. Un abrazo mental, buenas noches.

Se inclinó hacia delante, bajó del estrado mientras recibía un aplauso, pero ligero, no exagerado. Miró hacia la mesa de la chica del moka y para decepción suya no estaba. No estaba en la mesa, estaba hablando con Xavier, señalando al escenario, y cuando ella giró la cabeza para mirar allá, se sorprendió al ver que ya no se encontraba allí. Entonces, sus miradas se cruzaron. En ese momento supo que le debía una muy grande a C.S. Lewis, pero no sabría cómo de grande era la deuda hasta unas horas después.