miércoles, 12 de junio de 2013

Esquimales, mariposas, besos.

Venga, rompo el silencio.

Lo que voy a contar son mis propias percepciones, cuando generalizo es porque se corresponde con lo que creo ver.

Hoy, volviendo en el tren, vi a una pareja, de unos 30-35, dándose besos de esquimal, o de mariposa (así los llamaba mi madre). Se llamen o no así, los describo. Básicamente es rozarse la nariz con la de la otra persona, no son tan pasionales ni tan profundos como uno convencional. Una tontería.
A mí al menos me lo había parecido mientras los recibía, es decir, hasta los… 9-10 años? No sé, llegado ese momento todos nos volvemos estúpidos, en mayor o menor grado, y aunque digamos que es transitorio, esa estupidez perdura en la mayoría de los casos hasta el ocaso de nuestras vidas.

Bueno, vuelvo a los besos. Casi todos recibimos besos siendo bebés, siendo niños, y aunque no quisiésemos, siendo adolescentes alguno caía también. Y los íbamos rechazando, yo al menos (esta es mi experiencia, igual soy yo el único imbécil al que le pasa esto).

Pero el tiempo pone a cada uno en su lugar, y los besos de esquimal, concepto que había permanecido guardado en el desván mental que tengo en la cabeza durante varios años, ha vuelto, pero con un significado completamente opuesto.

El problema ha sido ver que los besos que antes rechazábamos de gente que nos quería, ahora son los que buscamos en desconocidos.

Salut, malparits.